Goya

 

Francisco de Goya

Francisco de Goya y Lucientes, el renombrado pintor y grabador español del siglo XVIII y XIX, se destaca como uno de

los artistas más versátiles y visionarios de su tiempo. Su obra abarca una amplia gama de estilos y temas, y entre ellos,

la brujería se convierte en un elemento intrigante y oscuro que está presente en varias de sus obras. Goya, testigo de

una España marcada por la superstición y las tradiciones populares, utilizó su genio artístico para explorar los aspectos

más enigmáticos de la brujería, plasmando sus visiones y percepciones en lienzos que revelan tanto el atractivo como

el temor asociado con las prácticas mágicas y los rituales ocultos de la época. En este contexto, nos sumergimos en la

obra de Goya relacionada con la brujería, explorando cómo este maestro del arte capturó la esencia de lo sobrenatural

y lo misterioso en su expresión artística.


"El aquelarre" 

"El aquelarre" es una obra maestra que encapsula la visión crítica y oscura de Francisco de Goya hacia las supersticiones,

la ignorancia y las creencias irracionales de su época. Pintada durante sus últimos años en la Quinta del Sordo, refleja la

transición artística del rococó al neoclasicismo.

En el centro de la escena nocturna, un ritual de brujería se desenvuelve bajo la luz de la luna. El macho cabrío,

representación del demonio y tocado con hojas de vid, preside el círculo de brujas. Goya aborda temas oscuros como

el infanticidio, la ofrenda de fetos humanos y la chupada de sangre por parte de brujas, reflejando las supersticiones

populares y la crítica social.

La influencia de Salvator Rosa, capturada en una figura femenina del primer plano, se entrelaza con el

impresionismo y la estética de lo grotesco, marcando una desconfianza hacia la razón ilustrada. La obra también

se vincula con los grabados de Los Caprichos, destacando la coherencia en la crítica de Goya a la ignorancia y

la superstición.


"El aquelarre"

"El aquelarre" se convierte en una expresión pictórica del pensamiento social, político y religioso de Goya.

Su aproximación al Romanticismo, caracterizado por lo feo y lo horrible, encuentra en esta obra su máxima expresión. En última instancia, la pintura se erige como una crítica a la manipulación de las autoridades y la

sociedad por el miedo infundido.

Esta icónica obra, posiblemente inspirada en el libro "Auto de Fe del Juicio contra las brujas de Zugarramurdi"

de 1610, se posiciona como una de las pinturas más emblemáticas de Goya, desafiando la razón y dejando

una huella imborrable en la historia del arte.

"Vuelo de brujas"

Francisco de Goya, en su obra "Vuelo de brujas" (1798), nos presenta una escena nocturna que anticipa el

Romanticismo. El cuadro, parte de la serie "Asuntos de brujas", fue encargado por los duques de Osuna

para la decoración de su casa de campo, "El Capricho", a las afueras de Madrid.

En esta composición, tres personajes vestidos con capirotes sostienen en el aire a un hombre desnudo,

aparentemente insuflándole aire o quizás succionando. Abajo, dos campesinos se protegen del mal de ojo,

tapándose los oídos y haciendo gestos simbólicos. La presencia de un burro, símbolo de la ignorancia en la

España de la época, refuerza la crítica social y política que Goya carga en sus pinceles.

La iluminación dramática resalta la escena de vuelo, mientras que el resto queda en penumbra. Goya, defensor

de la Ilustración frente a las supersticiones, utiliza estas representaciones para denunciar la ignorancia

conquistada en la sociedad. La sátira y la caricatura son sus herramientas para criticar el abuso de los altos

estamentos, especialmente del clero e incluso de la Inquisición, evidenciando la influencia de la Revolución

francesa en la temática.

Las interpretaciones del cuadro son variadas. Algunos sugieren que la escena en la cima de la montaña,

más iluminada, es fruto de la imaginación o del delirio de los campesinos asustados. Otros ven una

representación de posesión demoníaca, ridiculizando las creencias irracionales. También se ha relacionado

con la masonería, aunque no hay evidencia de la vinculación de los duques de Osuna con esta sociedad secreta.

"Vuelo de brujas" se presenta como una de las obras más enigmáticas y poderosas de Goya,

anticipando elementos surrealistas y explorando los límites de la razón y la fantasía.

Este cuadro se mantiene en el Museo del Prado, recordándonos la maestría de Goya para plasmar críticas sociales

y políticas a través de su prodigiosa imaginación.


"El conjuro":

"El conjuro", también conocido como "Las Brujas", es parte de la serie de seis obras encargadas por los duques

de Osuna a Francisco de Goya para decorar su casa de campo. Pintado en 1798, este lienzo representa una

escena que refleja la fascinación de la aristocracia española por el terror y lo sobrenatural en los últimos

años del siglo XVIII.

Goya, amante del folklore y precursor del Romanticismo, se sumerge en la corriente Sublime-Terrible que recorría

Europa en esa época, anticipando las tendencias románticas que surgirían más tarde. 

La pintura muestra un grupo de brujas realizando rituales nocturnos, acompañadas por animales nocturnos como

murciélagos y una lechuza. Una bruja canta a la luz de una vela, otra lleva un cesto con bebés y otra clava

una aguja a un feto. En el centro, un hombre aterrorizado en camisón blanco observa la escena. La composición

presenta un entrelazamiento de triángulos equiláteros con un círculo en el centro, evocando el Sello de Salomón,

un signo mágico utilizado en la brujería.

La obra presenta gran cantidad de elementos macabros y grotescos que capturan la imaginación del espectador.

Desde una bruja que lleva un cesto con bebés hasta la representación del diablo o la reina del aquelarre con

huesos en las manos, la pintura ofrece una visión surrealista y enigmática. Goya juega con múltiples lecturas,

dejando espacio para la interpretación del espectador.

"El conjuro" es una manifestación de la crítica de Goya a la ignorancia y superstición arraigadas en la sociedad

española de su tiempo. Aunque los duques de Osuna eran aficionados al terror, Goya utiliza estas obras para

cuestionar y ridiculizar las creencias irracionales y los abusos de los altos estamentos, incluido el clero.

Esta pintura, como otras de la serie, actualiza el arte del momento y sirve como puente hacia el Romanticismo,

destacando la maestría de Goya para explorar la psicología humana y la oscuridad de la condición humana.

"Mala mujer"

Dentro del intrigante conjunto artístico de Francisco de Goya, el "Cuaderno D" o "Cuaderno de Brujas y Viejas"

emergen como una ventana a su fascinación por el tema de la brujería, explorado tanto en esta obra como en sus

famosos Caprichos. Este cuaderno de dibujo, un testimonio visual de terror, presenta escenas desprovistas de

cualquier fondo contextual, donde figuras de ancianas hechiceras flotan o caen en un espacio etéreo. En estos trazos,

Goya elimina todo elemento que amortigua la intensidad de la narrativa, dejando a la imaginación del espectador la

interpretación de las emociones plasmadas en los rostros de sus personajes.

Esta obra en particular, titulada "Mala Mujer", sumerge al observador en una escena espeluznante. Una bruja anciana,

con un rostro cadavérico, sostiene entre sus manos a un niño desnudo, evocando un aire inquietante que sugiere la

posibilidad de un acto siniestro. La composición incluye elementos que insinúan un ritual macabro: un plato, una cuchara,

un vaso y otros recipientes en el suelo, todos indicativos de un evento perturbador.

La inspiración de Goya para este dibujo espeluznante parece provenir de un hecho real, en el que dos hermanas

fueron acusadas de envenenar a sus propios hijos como parte de un pacto con Satanás, según confesiones obtenidas

durante un auto de fe en Logroño. Sin embargo, la representación de la "Mala Mujer" también podría llevar consigo la

crítica sutil de Goya a la Inquisición Española y sus métodos de obtención de confesiones, recordándonos la oscura

realidad de esos tiempos.

El rostro de la anciana en la obra provoca escalofríos, llevando al espectador a contemplar la posibilidad de la maldad

inherente o, quizás, la desesperación causada por la hambruna que azotó Madrid entre 1811 y 1812. Goya, conocido

por su compromiso con la denuncia de injusticias, podría estar revelando las consecuencias extremas de un período

de sufrimiento desgarrador que llevó incluso a actos de canibalismo, marcando este dibujo como una impactante

reflexión sobre la crueldad humana en tiempos de desesperación.

 

 

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