Marie Laveau: La reina Vudú

 

Marie Laveau: La reina Vudú
 

 

 


En 1794, en Nueva Orleans surge un puente entre dos mundos cuando nació Marie Laveau, hija del cruce entre la

herencia de una esclava liberada y de un comerciante mulato. Su piel, teñida por la mezcla de sangres, y sus ojos,

portadores de secretos ancestrales, presagiaban una vida entre misterios.


A los 18 años, Marie se vistió de blanco para Jacques París, un alma afroamericana de Haití. Bajo los arcos de la

catedral de San Luis, pronunciaron votos católicos, pero ya la sombra del vudú danzaba entre ellos. Pese a las

afirmaciones de la falta de descendencia, dos hijas, Marie Angelie y Felicité, trazaron en registros de bautismo su

conexión con el misterio. El velo de la incertidumbre cubre la vida de Jacques Paris, esposo de Marie.

Desapareció en un enigma, sin rastro de su muerte. Bajo el título de "Viuda Paris", Marie abrazó el vudú con

corazón descubierto. 


Más tarde, un nuevo amor surgió, Louis Christophe Dumesnil de Glapion, un vínculo que desafió las barreras de

una sociedad dividida. Un enlace interracial prohibido por leyes que no doblegan al corazón. Glapion, blanco y

aristócrata, une su destino al de Marie, y juntos forman una familia de quince hijos. Sin embargo, las sombras no

abandonaron su historia, marcando también la desaparición de Glapion en circunstancias enigmáticas.


Marie, ahora una figura legendaria, abrió una peluquería donde sus clientas eran mujeres adineradas. No solo

peinaba cabellos, sino que también tejía muñecos vudú y bolsas gris gris, amuletos de África que prometían

protección y buena suerte. Entre hierbas, aceites y huesos, su peluquería se convierte en un santuario donde

los susurros del vudú se entrelazan con la realidad. En la penumbra de su santuario capilar, el poder de Marie

crecía como una llama oscura. Marie, conocedora de pócimas y encantamientos, practicaba una mezcla única

de catolicismo y magia africana. Su mascota, una serpiente llamada Zombie, se convierte en testigo de sus rituales.

Se decía que sus maldiciones y bendiciones tenían el alcance de varias generaciones, otorgándo a Marie el título de

"reina vudú" en 1830.

En el telón de la vida de Marie Laveau, la última escena se despliega como un poema inacabado, donde la

muerte, misteriosa y etérea, se envuelve en las sombras de la incertidumbre. Algunos cuentan que la

"reina vudú" exhaló su último suspiro en 1835, cuando la juventud la abandonó a la temprana edad de 41 años.

Pero los registros oficiales, como pájaros mensajeros de verdades ambiguas, narran una historia diferente:

Marie Glapion Laveau cerró los ojos al mundo el 15 de junio de 1881, como una anciana de 86 años.

Con el transcurrir de los años, la ausencia de su presencia habitual dejó un vacío, un eco silencioso de una era

que se despedía. La antigua casa, con su valla frágil y la sombra de un par de árboles, se convirtió en testigo de

la transición de la vida a la leyenda. Marie Laveau, la reina vudú, desapareció de su escenario cotidiano, pero su

esencia persistía en la memoria de aquellos que, algún día, fueron cautivados por la enigmática anciana que vivió

entre las paredes de St. Ann.

La tumba de Marie Laveau, envuelta en la bruma del misterio, se alza como un altar en el cementerio de Saint Louis

Número 1. Un santuario que atrae a creyentes y seguidores, como mariposas bailando en torno a la luz de sus milagros.

Es un rincón donde la frontera entre lo divino y lo terrenal se desvanece, y la leyenda cobra vida en los susurros de

aquellos que buscan su magia.

En el silencio del camposanto, su tumba se convierte en el epicentro de esperanzas y fe. Es la más visitada, testigo

de peregrinaciones de almas en busca de cumplir anhelos imposibles. 

Creen que si pintan una cruz en su lápida y dan tres toques con la mano, convocan su presencia para que los

escuchen desde el umbral entre dos mundos, un puente entre lo tangible y lo sobrenatural.

La magia se cuela entre las grietas de la piedra sepulcral, y los susurros de aquellos que imploran resuenan como

un eco en la quietud del camposanto. Cada toque es un llamado a lo desconocido, una danza de fe que invoca lareina vudú para que derrame sus hechos sobre los fieles que confían en su poder.

Ofrendas, como pétalos de gratitud, adornan su tumba. Flores frescas, velas y pequeños tributos se acumulan como

símbolos de respeto y agradecimiento. Es un intercambio de energías, donde la comunión entre lo terreno y lo espiritual

se manifiesta en la generosidad de aquellos que creen en la magia de Marie Laveau.

En este rincón sagrado, las fronteras se desdibujan, y la leyenda perdura en la fe de quienes ven a Marie Laveau como

una protectora entre los dos reinos. La tumba, marcada por el fervor de sus devotos, es un recordatorio de que la magia

persiste, y el susurro de los deseos encuentra su eco en la morada eterna de la reina vudú.

 

 

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